Asturias Región agropolitana
Medidas: 17 x 24 cm
Páginas: 240
Fecha de publicación: Oviedo, 2008
Asturias, región agropolitana: las relaciones campo-ciudad en la sociedad posindustrial

Jaime Izquierdo Vallina

¿Tiene futuro el campo asturiano? ¿Podemos aprovechar la disposición geográfica, la ubicación en medio del campo y el tamaño de nuestras ciudades como una ventaja comparativa? ¿Es posible frenar la difusión de la ciudad?

¿Tienen las aldeas y los espacios comunales un futuro distinto al abandono? ¿Es la intensificación y el monocultivo agrario y forestal la única opción en la marina? ¿Podemos cultivar desde las ciudades? Y, más aún, ¿hay alguna alternativa social, económica y ecológicamente viable al declive de la economía campesina?

A estas y a otras preguntas similares trata de dar respuesta este ensayo que reivindica el papel de la actividad agraria en el desarrollo regional y advierte de la urgente necesidad de actualización y respeto que merecen los conocimientos agroecológicos de los antepasados campesinos con los que se construyó el «paraíso natural» que nos han dejado en herencia. Nuestras ciudades y villas de cabecera, y nuestras características biogeográficas, nos ofrecen las condiciones de partida para orientar el desarrollo regional desde una viable y original perspectiva agropolitana. Una perspectiva, una nueva mirada, que pretende la superación de la irrespetuosa supremacía urbana sobre el campo y de los principios de gestión espacial metropolitanos, aspirando, por el contrario, al fomento de la agricultura urbana, a la integración ambiental y territorial de la agricultura intensiva e industrial y a la rehabilitación funcional de los conocimientos agroecológicos esenciales para manejar los paisajes de los denominados «espacios naturales».





El Mundo, 26 de mayo de 2009
 
Llega a España la conservación privada de la naturaleza


Montaña de Alinyá, en Lleida, espacio custodiado por la Obra Social de Caixa Catalunya. | Foto: Pedro Cáceres


17/06/2009
 

Pedro Cáceres | Madrid
¿Quién cuida la naturaleza? Lo rápido sería decir que el Estado. Puesto que es responsable de decretar que tal o cual espacio sea protegido como parque, reserva o cualquier otra figura legal, muchos pensarán que la tutela del medio natural es cosa pública. Pero eso es algo del pasado. Ahora mismo, es la iniciativa privada la que toma el protagonismo. Y al hacerlo está transformando también la idea de lo que hay que proteger y la forma de protegerlo.

La clave está en una herramienta llamada custodia del territorio, que fomenta la implicación de los propietarios particulares en el cuidado de la vida silvestre. La custodia florece ahora en España, pero en EEUU y Gran Bretaña lleva implantada más de un siglo y ha logrado que millones de hectáreas se gestionen de un modo sostenible.

Se acaban de celebrar las I Jornadas de Custodia del Territorio en la Comunidad de Madrid , que reunieron a los pioneros españoles de esta actividad. Son unas 350 entidades que promueven tareas de custodia sobre un millón de hectáreas, explica Carlos J. Durá, miembro de la Cátedra UNESCO de Territorio y Medio Ambiente e introductor de las jornadas.

Durá aclara el concepto: «Es una estrategia de conservación que fomenta una explotación agraria, ganadera o forestal responsable, mediante acuerdos voluntarios entre los propietarios de fincas y las entidades de custodia, que son organizaciones públicas o privadas sin ánimo de lucro». «Los propietarios pueden explotar su producción forestal, agrícola, ganadera; la caza, la pesca y el turismo, pero son asesorados por entidades de custodia para trabajar sin dañar el valor natural de sus terrenos», explica Durá.

Los dueños de la tierra obtienen beneficios añadidos: asesoría científica sobre la gestión del espacio; consejos para acceder a subvenciones ligadas al medio ambiente; obras de mejora en la finca y reconocimiento social a su labor.

Esta es una de las claves, por ejemplo, que ha permitido que en Menorca decenas de agricultores trabajen la tierra del modo más beneficioso para el medio ambiente, bajo las indicaciones de una entidad de custodia, el Grupo Ornitológico Balear (GOB). «Hemos pasado de la política de espacios protegidos a la política de proteger los espacios», explica Miquel Camps, del GOB.

Como sugiere Camps, la custodia revoluciona la forma de entender la conservación de la naturaleza. En primer lugar, porque da el protagonismo a la sociedad;pero también, porque altera la idea de lo que hay que proteger. Ya no son sólo los parques, sino todo el territorio con valor natural. Y la forma de hacerlo: manteniendo las actividades productivas, pero haciéndolas compatibles con la vida silvestre.

Precisamente, las jornadas fueron organizadas por la Comunidad de Madrid y la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente , una entidad cuyo objetivo es unir los intereses de los habitantes del medio rural y los conservacionistas. Según Oscar Prada, técnico de la fundación, «la sociedad civil va por delante de la administración. No se trata de proteger sólo parques y crear un rosario de islas, sino de proteger los procesos esenciales para la biodiversidad en todo el territorio».

Uno de los mayores expertos en custodia en España es Jordi Sargatal, quien hasta hace meses dirigió la entidad líder en España: la Obra Social de Caixa Catalunya, que custodia a través de distintas vías un 4% del territorio catalán. Sargatal cree que la custodia del territorio es «un motor tan potente que no cabe en el chasis de las asociaciones y tiene que ir a la Administración». Según Sargatal, un propietario que gestiona bien 1.000 hectáreas, lo que hace es «cuidar 1.000 hectáreas del país en beneficio de todos». La sociedad debería pagarle el servicio. Ylo mejor sería una desgravación fiscal basada en indicadores que prueben que lo está haciendo bien. La ley de Patrimonio Natural y la Biodiversidad, de 2007, reconoció por primera vez la custodia del territorio como figura de protección en España. La ley aboga por «promover» e «incentivar» esas iniciativas. Son las comunidades autónomas las que deben regular la forma de hacerlo, pero ninguna se ha puesto todavía a la tarea.


Fuente: El Mundo

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