Asturias Región agropolitana
Medidas: 17 x 24 cm
Páginas: 240
Fecha de publicación: Oviedo, 2008
Asturias, región agropolitana: las relaciones campo-ciudad en la sociedad posindustrial

Jaime Izquierdo Vallina

¿Tiene futuro el campo asturiano? ¿Podemos aprovechar la disposición geográfica, la ubicación en medio del campo y el tamaño de nuestras ciudades como una ventaja comparativa? ¿Es posible frenar la difusión de la ciudad?

¿Tienen las aldeas y los espacios comunales un futuro distinto al abandono? ¿Es la intensificación y el monocultivo agrario y forestal la única opción en la marina? ¿Podemos cultivar desde las ciudades? Y, más aún, ¿hay alguna alternativa social, económica y ecológicamente viable al declive de la economía campesina?

A estas y a otras preguntas similares trata de dar respuesta este ensayo que reivindica el papel de la actividad agraria en el desarrollo regional y advierte de la urgente necesidad de actualización y respeto que merecen los conocimientos agroecológicos de los antepasados campesinos con los que se construyó el «paraíso natural» que nos han dejado en herencia. Nuestras ciudades y villas de cabecera, y nuestras características biogeográficas, nos ofrecen las condiciones de partida para orientar el desarrollo regional desde una viable y original perspectiva agropolitana. Una perspectiva, una nueva mirada, que pretende la superación de la irrespetuosa supremacía urbana sobre el campo y de los principios de gestión espacial metropolitanos, aspirando, por el contrario, al fomento de la agricultura urbana, a la integración ambiental y territorial de la agricultura intensiva e industrial y a la rehabilitación funcional de los conocimientos agroecológicos esenciales para manejar los paisajes de los denominados «espacios naturales».





La Opinión de Zamora, 22 de mayo de 2009
 
Bailando con lobos, cambiando de hoyo

Jaime Izquierdo propone una «alianza de civilizaciones» de lo rural y lo urbano y una nueva relación entre el campo y la ciudad que garantice la pervivencia de una cultura milenaria


26/05/2009
 

A principios del siglo XX, los rectores del New York Times, la biblia del periodismo, reunieron a un grupo de expertos para preguntarles qué auguraban que sucedería en la centuria que empezaba. Tal oráculo no adivinó ni una sola cosa de las que iban a suceder: ni las dos guerras mundiales, ni la absoluta preminencia del coche, ni el urbanismo desaforado... Jaime Izquierdo Vallina, que mantiene con el mundo rural una relación como la que mantenía con los sioux el teniente Dunbar de «Bailando con lobos», de entendimiento y respeto mutuo en tierra de frontera, con frecuencia tierra de nadie, reflexiona en su último trabajo no sobre lo que va a pasar con el mundo rural, presa frecuente del abandono, sino sobre lo que conviene que pase, para su perviviencia.

F. G.
Jaime Izquierdo Vallina, geólogo, funcionario en excedencia, experto en desarrollo local, asesor de la ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Medio Marino, y apóstol/ideólogo del agropolitanismo, propuso ayer en Zamora una alianza de las civilizaciones rural y urbana, la reescritura de un nuevo contrato que dignifique las relaciones entre el campo y la ciudad, unas relaciones en las que lo rural es parte frecuentemente perdedora, en momento crucial como el actual, «un periodo de transición donde lo antiguo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de llegar».
«La agricultura», señaló el conferenciante ante un centenar de personas convocadas por el Foro Ciudadano, «no es hija de un dios menor» para denunciar el «problema de perspectiva» de una realidad cultural estrictamente urbana que perjudica a lo rural al abandono y al aislamiento.
Izquierdo Vallina, natural de una región, Asturias, que «son media docena de ciudades en medio del campo», diseccionó en Zamora las líneas maestras de su más reciente ensayo, «La perspectiva agropolitana. Las relaciones campo-ciudad en la sociedad postindustrial», un trabajo que reflexiona sobre la pérdida de una cultura milenaria, la rural, maltratada, caricaturizada y que es preciso reivindicar.
El autor asturiano, que escribió este ensayo en los trayectos laborales de tren entre Oviedo y Madrid, considera que «parte del futuro de la agricultura pasa por la ciudad», y expuso el ejemplo de Rosario (Argentina) donde la crisis del "corralito" y la dificultad para conseguir alimentos llevó a muchos ciudadanos a recurrir a la agricultura urbana «en la vía de la producción y el consumo en un mismo espacio».
La aparición de agricultores a tiempo parcial en las ciudades es uno de los argumentos que esgrime Izquierdo a la hora de valorar esas nuevas relaciones entre lo rural y lo urbano. «En Vancouver», añadió, «el 44% de los habitantes practica el "huerting", maneja la azada. De alguna forma, la gente de las ciudades comienza a cambiar de hoyo: el hoyo 18 del golf por el hoyo de plantar lechugas y tomates».
Esta agricultura urbana tiene su origen en el obrero mixto de la minería y la siderurgia, «trabajadores que venían del campo a trabajar en la mina y que llevan sus conocimientos agrícolas a la ciudad; en las cuencas mineras asturianas, estos trabajadores mantienen sus huertos, desordenados y caóticos, sí, pero que suponen una potencia extraordinaria». Ya hay seiscientos agricultores urbanos en Vitoria, una actividad que, sin embargo, se encuentra aún en un planteamiento embrionario , «muy vinculado aún al ocio y al entretenimiento».
«Hasta Obama tiene un huerto en la Casa Blanca», apostilló el conferenciante; «y ya lo tuvo mucho antes Felipe González en Moncloa, antes que los bonsais; y lo tuvo gracias a un ministro de Agricultura zamorano, Carlos Romero».
Pero más que la agricultura urbana, Jaime Izquierdo reivindicó la agricultura campesina y el resurgimiento necesario del mundo rural. «La agricultura campesina», manifestó, «no está amortizada. Está capacitada para producir alimentos singulares, y para controlar y ordenar los flujos energéticos locales». Y abogó por una nueva profesión, a mitad de camino entre la gestión ecológica del territorio y la producción de alimentos, el ecocultor. «Para hacer frente a los nuevos desafíos necesitamos nuevos profesiones vinculadas al campo y renovar la función de la agricultura como productora de alimentos y de seguridad ambiental».
La crítica a los gestores de los espacios naturales - «espacios mal llamados que deberían denominarse culturales porque hay culturas que han manejado y manejan ese espacio, que son las comunidades rurales- cerró la intervención del asesor de la ministra Espinosa. «Hay pocos gestores de espacios naturales que estén dando vueltas a estas ideas nuestras», añadió, antes de denunciar la «perspectiva netamente burocrática» de guardas y directores de parques naturales y espacios protegidos, «excedentes universitarios, una suerte de biocracia a la que le preocupa más el complemento que el paisano».



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