¡Por San Jorge!
En canal.Antonio Rico. LNE, 23.04.2009 22/05/2009 | |
ANTONIO RICO Lean esto: «Es San Esteban de Cuñaba el único lugar del mundo donde todo vuelve a empezar. Como si fuese una aldea redonda». Y esto: «Su nuevo solar en el valle de Melera se situaba entre los límites de los ducados cántabro y astur, y sus cometidos allí eran claros: instaurar el nuevo código de leyes de inspiración germánica entre los rebeldes clanes familiares astures y defender los límites de sus tierras de las incursiones musulmanas». ¿No apetece seguir leyendo? Pues de eso se trata. Hoy se celebra el Día del Libro y aquí lo hacemos, como siempre, compatibilizando la tele y los libros aprovechando las enormes pausas publicitarias para leer.
Decía ayer LA NUEVA ESPAÑA que con la crisis vamos más a las bibliotecas públicas. Pues mira qué bien. Vayamos hoy a la biblioteca más cercana y seguro que encontramos algo que nos gusta. Como los dos libros de los que proceden los fragmentos anteriores. El primero fue extraído de «El regreso del señor Hoffmann y otros relatos de ambiente entero», de Jaime Izquierdo; el segundo, de «La espada y la llama», de Mónica Peñalver. Ambos son asturianos: «Lee a los tuyos, escriben para ti». Lo dice un cartel de la biblioteca de Panes en la que encontré estos libros.
Celina, la bibliotecaria, me enseña otros libros de autores hispanoamericanos oriundos del valle de Peñamellera: «La campana se mecía a su antojo, necia como aquellos días en los que el viento iracundo arrancó flores de los chabacanos. Ese año no hubo fruta, pero sí calamidades» (de «Aguaviento», de la mexicana María Sanz), «Una luz de crueldad lucía en los ojillos pequeños, como abiertos a punzón: ventanas del espíritu, parecía que la naturaleza se avergonzara de su alma negra» (de «Montaña adentro», de la chilena Marta Brunet Cáraves). ¿No apetece seguir leyendo? Pues, hala, a celebrar el día de San Jorge dándose un paseo por la biblioteca de al lado para abastecerse de los libros en los que buscaremos refugio cuando encendamos la tele y el monstruo de las pausas publicitarias se abalance sobre nosotros.
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